cielo. Al sur y al este la ciudad vieja, arrasada por el tiempo, el salitre y los vientos y elmaltrato. Al oeste la ciudad moderna, los edificios altos. Cada lugar con su gente, susruidos y su música. Me gustaba beber el ron en el crepúsculo dorado y mirar por lasventanas o quedarme un buen rato en la terraza, mirando la entrada del puerto, con esosviejos castillos medievales, de piedra desnuda, que en la luz suave de la tarde parecenaún más hermosos y eternos. Todo eso me estimulaba a pensar con alguna lucidez.Pensaba por qué mi vida era así. Intentaba entender algo. Me gusta sobrevolarme,observar de lejos a Pedro Juan.En realidad esos atardeceres con ron y luz dorada y poemas duros o melancólicos ycartas a los amigos lejanos, me hacían ganar seguridad en mí mismo. Si tienes ideaspropias -aunque sólo sean unas pocas ideas propias- tienes que comprender queencontrarás continuamente malas caras, gente que tratará de irte a la contra, dedisminuirte, de «hacerte comprender» que no dices nada, o que debes eludir a aquel tipoporque es un loco, o un maricón, o un gusano, un vago, el otro será pajero y mirahuecos,el otro es ladrón, el otro santero, espiritista, mariguanero, la otra es chusma, indecente,puta, tortillera, mal educada. Ellos reducen el mundo a unas pocas personas híbridas,monótonas, aburridas y «perfectas». Y así quieren convertirte en un excluyante y unmierda. Te meten de cabeza en su secta particular para ignorar y suprimir a todos losdemás. Y te dicen:«La vida es así, señor mío, un proceso de selección y rechazo. Nosotros tenemos laverdad. El resto que se joda.» Y si se pasan treinta y cinco años martillándote eso en elcerebro, después que estás aislado te crees el mejor y te empobreces mucho porquepierdes algo hermoso de la vida que es disfrutar la diversidad, aceptar que no todossomos iguales y que si así fuera, esto sería muy aburrido.Bueno, pues ahora el tipo de la voz ronca y aguardentosa apareció de nuevo en miradio, jodiendo un poco, puso una orquesta de salseros de Puerto Rico y estuve un ratobailando yo solo. Hasta que me pregunté: «¿Y qué cojones hago yo aquí bailandosolo?» Entonces apagué el radio y me fui a la calle. «Me voy para Mantilla», pensé. Divueltas por la calle hasta que logré combinar dos guaguas y llegué a Mantilla, que estáen las afueras de la ciudad y me gusta porque ya se ve la tierra roja y el campo verde ylas vaquerías. En ese barrio tengo unos cuantos amigos. Viví allí muchos años. Fui acasa de Joseíto, un taxista, que con la crisis se quedó sin trabajo y se ganaba la vida jugando. Llevaba dos años viviendo del juego. En Mantilla había muchos garitosclandestinos de juego. La policía a veces hacía una batida y limpiaba dos o tres, metía ala gente presa un par de días y los soltaba. Yo tenía trescientos pesos en el bolsillo, yJoseíto me animó a jugar. Él llevaba diez mil. Lo de él era al duro. Fuimos a una casadonde él tenía buena suerte. Y la tuvo. Yo perdí todo mi dinero en quince minutos. No sépor qué cojones me dejé arrastrar por Joseíto. Yo jamás gano ni un centavo en el juego,pero él empezó a ganar fuerte desde el principio. Me fui y lo dejé cuando ya tenía comocinco mil pesos embolsillados. ¡Qué suerte tiene ese tipo! Yo con esa suerte viviría muybien. Bueno, él vive bien en Mantilla y siempre me lo dice: «Ah, Pedro Juan, si yo meimagino esto mando el taxi pa’l carajo mucho antes.»Yo estaba encabronao por el dinero que perdí. Me molesta perder. Me irrito cada vezque pierdo y me jodia que Joseíto se pueda ganar la vida tan fácil mientras que yo cadavez que tiro una mano de cartas o agarro el cubilete de los dados ya estoy perdiendo. Yno soy un salao, porque le doy buena suerte a los demás. Siempre. Una vez compré unauto viejo y destartalado y lo tuve parqueado frente a la casa una semana, sin moverlo,
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Ya he habilitado la descarga, avísenme si la han podido bajar
Tremenda cantidad de documentos y muy interesantes me gustaria mucho poder descargarlos,un saludo muy grande.
amigo quiero descargarlo pero la opción no esta habilitada, agradecería mucho si lo liberaras